Pyrenaica 216 (2004)
del Tachamontes
Pyrenaica 216
Entrañable Guadarrama, la cuna del alpinismo español
2004
Editorial
Uriarte, Luis Ignacio Domingo (Txomin)
A diferencia de los rescates, por ejemplo, en los Alpes o los Pirineos, donde hay profesionales de salvamento que acuden al L accidente, los rescates en el Himalaya los tienen que hacer los propios expedicionarios. Y lo hacen o no lo hacen, pero en cualquier caso es muy difícil emitir juicios sobre los comportamientos de los himalayistas cuando llega la ocasión. No podemos juzgar con patrones de aquí abajo lo que cada uno vive, siente y valora allí, en situaciones a menudo extremas. Podría ser muy fácil equivocarse y obtener conclusiones erróneas.
Pero eso no quiere decir que se justifique todo. No tenemos obligación de aceptar sin análisis cualquier versión que se nos trasmita de lo que ha sucedido allá arriba y de lo que ha motivado la actuación de aquéllos que las circunstancias han hecho coincidir en el camino de un ochomil, sean de la misma expedición o de otra. Más que juzgar conductas particulares se trata de plantear los criterios generales, extrapolar la conductas habituales y deducir las normas correctas de actuación.
Los criterios generales son claros, aunque su aplicación a los casos concretos pueda resultar compleja. Evidentemente el interés prioritario es salvar la vida de cualquier otra persona que esté en peligro, y en tal sentido recomiendo leer despacio las opiniones de Landa en la entrevista que se le hace en este número. Pero el juicio sobre la gravedad del peligro, sobre las posibilidades de éxito de la operación de rescate y sobre la mejor forma de realizarlo, son consecuencia de la experiencia y el saber hacer de la persona que tiene que decidir sobre su intervención.
La perversión posible la podemos definir como un conflicto de intereses que hace prevalecer intereses secundarios en colisión con ese interés prioritario de solidaridad humana. Y hoy en día la comercialización de las expediciones puede dar ocasión de multiplicar la existencia de esos "otros" intereses (por ejemplo, la esponsorización y la obligación de cumplir los contratos). Aunque es verdad que siempre ha habido otras muchas motivaciones que han podido provocar reacciones de omisión de ayuda (afán de protagonismo, rencillas personales e incluso desprecio, pereza o miedo injustificado).
Se dan todos los años historias hermosas de actuaciones hasta el límite para salvar a algún otro. Y preferimos quedarnos con el lado bueno y recordar esos hechos extraordinarios -prácticamente todo lo que pasa allá arriba es extraordinario-. Pero ¡0|o!, precisamente por eso, que tampoco nos aburran con operaciones de marketing orquestadas para el lucimiento personal aprovechando el éxito de una operación de salvamento, adornada con todos los aditamentos favorables, eliminando la mención de cualquier otra colaboración que pudiere hacerle sombra e insistiendo hasta convertirlo a cualquier precio en un mito indiscutible. (Ver la carta que apareció en el número 215 de Pyrenaica sobre el rescate en la cara del Lhotse en 2001). Podemos mirar hacia delante porque también en esta temporada del Karakorum, hace muy poco, se han dado dramáticas situaciones y excelentes acciones de solidaridad.