Pyrenaica 276 (2019)
del Tachamontes
Pyrenaica 276
Patagonia
2019
Editorial
Alonso Cires, Luisa
Vivimos con tanto afán por disfrutar de nuestro tiempo de ocio al máximo, con tanta entrega a las actividades que nos apasionan, que apenas dedicamos tiempo a reflexionar sobre las heridas que dejan. Nos lo han advertido una y otra vez: nos estamos cargando el planeta con nuestro estilo de vida, con lo que extraemos sin límites de nuestro entorno natural, con la basura que generamos. En lo que nos apasiona, en la montaña, lo vemos con nuestros propios ojos: por la masificación, el descontrol o la falta de sensibilidad, algunas actividades están alterando paisajes que convivieron equilibradamente con la presencia humana durante siglos.
El caso es que no somos insensibles. Cuando vemos las imágenes de las masivas expediciones comerciales a las montañas más altas del mundo nos provocan rechazo. Aunque la crítica en el espacio virtual sería más efectiva si se acompañara con una actitud más comprometida en la realidad. No podemos incidir en lo que nos queda lejos, pero podemos influir en lo que nos rodea. Así que es hora de que cada cual se ocupe de su huella, no vale escudarse en que lo individual no sirve de nada o en que el desarrollo humano irá ligado inevitablemente a la degradación del planeta. En la montaña, cada cual puede encargarse, al menos, de lo suyo: salir y volver sin que se note que ha estado, disfrutar de la naturaleza sin dejar rastro.
Para empezar con el respeto a nuestro entorno, podemos poner en práctica el Decálogo de buenas prácticas para el montañismo de la Gipuzkoako Mendizale Federazioa, que incluimos en este número y que recoge diez medidas para evitar conflictos con el medio rural y sus habitantes, algo fundamental en una montaña tan humanizada como la nuestra.
De esta manera respetuosa, podemos recorrer nuestros montes más hermosos y los senderos litorales del Cabo de Gata o de la cercana costa vizcaína, de los que hablamos en esta revista. O tratar de alcanzar el techo de Oceanía, la Pirámide de Carstenz. Y si el calentamiento global lo permite, acercarnos a esquiar en las pendientes nevadas de Islandia o a escalar las paredes de hielo de la remota Patagonia.
¿Quién sabe? En este planeta globalizado todo está tan conectado que, si el activismo individual de una adolescente sueca ha sido capaz de traspasar fronteras y remover algunas conciencias, bien podría ser que nuestra postura personal tuviera el mismo efecto de onda expansiva.