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Pyrenaica 240 (2010)

mendia ikonoaEl Rincón
del Tachamontes
Pyrenaica revista

Pyrenaica 240

Parques Naturales de Castilla y León

2010

Editorial

Alejos, Luis

SI nos preguntasen cuáles son las motivaciones que nos llevan a la montaña, muchas de las personas que la frecuentamos ya no pondríamos en primer término el impulso inicial. Nuestra concepción del deporte, como tantos otros aspectos de la existencia humana, evoluciona a través del tiempo. Fuimos a la montaña buscando una actividad que básicamente consistía en ascender cumbres. Con el paso de los años, conforme vamos adquiriendo experiencia y se afianza nuestra vinculación con la naturaleza, el componente deportivo se relativiza, deja de ser determinante. Hoy los estímulos podrían ir en este orden: fuente de salud, escuela de vida, práctica deportiva.

No es casual que nuestros antepasados bautizasen muchos manantiales como "fuente de la salud". Los orígenes del pirineismo están íntimamente vinculados a las curas termales. En espacios de montaña perviven las ruinas de antiguos sanatorios para aliviar la tuberculosis, la anemia y el asma. El tratamiento preventivo de algunas enfermedades crónicas, tales como diabetes,  hipertensión o cardiopatías, aconseja el ejercicio físico moderado, compatible con la práctica del montañismo.

El efecto beneficioso que el montañismo ejerce sobre la salud, más que en propiedades curativas específicas se basa en hábitos de vida saludables, en oposición a las diversas taras y patologías que conllevan el sedentarismo y los trabajos nocivos. Esos efectos favorables tienen tanta incidencia en la salud mental como en la física. El esfuerzo gratificante y la voluntad de superación mejoran nuestra autoestima, teniendo por tanto valor terapéutico. Muchas actividades de montaña requieren un estado de ánimo difícil de lograr si no existe equilibrio entre el cuerpo y la mente. Para alcanzar esa sintonía entre el organismo y la razón nada mejor que volver a nuestros orígenes, a la naturaleza.

El montañismo ha dejado de ser una actividad específica de gente joven para convertirse en un deporte que se practica sin límites de edad. Hoy nos encontramos en las cumbres con personas de ambos sexos que pertenecen a tres generaciones. La frecuentación se ha incrementado y no se ciñe a las jornadas festivas. Los montes próximos a los grandes núcleos urbanos se han convertido en meta cotidiana de jubilados. Estos ejemplos muestran que el montañismo es concebido por mucha gente como un elemento esencial de su calidad de vida.

Sabemos que la musicoterapia y la risoterapia son formas de medicina no convencional. Aunque la montañaterapia esté sin homologar, conocemos sus propiedades curativas. Podemos asegurar que la práctica del montañismo contribuye a mejorar la salud individual y comunitaria. La sanidad pública lograría un notable avance si para tratar algunas patologías (sobre todo las de origen laboral y urbano) en vez de fármacos recetase afiliarse a un club de montaña, participar en excursiones colectivas, pasar un fin de semana en un refugio, estar un día entero al aire libre, dejar que la mente descanse ante un horizonte sin límites. La montaña, convenientemente dosificada, es un elixir del bienestar que prolonga la juventud y aumenta la esperanza de vida.

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